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selwyn1984

No Te Puedo Mirar Ni Te Puedo Tocar



Corono Te puedo mirar ni Te puedo tocarno ha llegado el momentoy a veces en mi afán creo que ya Tu no estaspero vuelvo y Te sientoy cuando me tocas con Tu Santo Espíritulloro, canto, y tiemblo




No Te Puedo Mirar Ni Te Puedo Tocar



Que tiene tu espírituQue cuando me toca me hace temblarQue es tu presencia que al manifestarseTengo que cantarEs que soy tan pequeña que al tu tocarme sientoQue voy a desmayarEs que tu presencia no hay aquí en la tierraCon que comparar[coro]No te puedo mirar ni te puedo tocarNo ha llegado el momentoY a veces en mi afán creo que ya tu no estasPero vuelvo y te sientoY cuando me tocas con tu santo espírituLloro, canto, y tiembloQue hay en tu interior que sientes por miNo se como me amasQue misterio existe que a mi dura pruebaConviertes en calmaYo se que a tu presencia toda la tierra tiemblaY también tiembla mi almaPero que tiene tu espíritu que cuando me tocaMe da la bonanza.Señor gracias, porque eres un dios real,Eres un dios verdadero; y nada se comparaCon tu amor mi dios.Y cuando me tocas con tu santo espiritu,Lloro, canto y tiemblo..


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Fue el primero que se marchó. No se volvió a mirar ni una sola vez, ni a la iglesia ni a nosotros. Fue a donde había dejado su yegua vieja y se subió despacio y envarado y poderoso y se marchó, y también nos marchamos los demás, cada cual a lo suyo. Pero yo sí me volví a mirar. Todo era poco más que un cascarón, con un corazón rojo y a medias apagado, y unas veces lo odié y otras me dio miedo, y eso que debiera haberme dado por contento. Pero hubo algo que ni siquiera aquel incendio llegó a tocar. Quizás eso era todo lo que era: indestructibilidad, resistencia, el viejo que planeaba reconstruirla mientras los muros aún estaban heridos por el fuego, para luego como si tal cosa volver la espalda y largarse porque sabía que los hombres que nunca tuvieron nada que dar a la nueva iglesia, nada que no fuese el trabajo de sus manos, allí estarían al día siguiente en cuanto saliera el sol, e igual al día siguiente, y así durante todos los días que fuese preciso. Así que nada se había perdido, nada en absoluto; ninguna importancia podía tener el incendio, como no la tenía que hubiera desaparecido el viejo ropaje de cristianar que utilizaba Whitfield. Llegamos entonces a casa. Mamá se había marchado con tantas prisas que la lámpara se quedó encendida, y vimos a papá en donde estaba, en medio de un charco, chorreando, con un corte en el cogote, donde se le reventó el barril, con el agua mezclada con la sangre chorreándole hasta la cintura.


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